Capítulo 60
Helen estaba perdiendo el tiempo en su opulento chalé. Lucia, tal cual, la imagen del privilegiado despreocupado, con todo y vino rojo por la mañana, aún en su bata de dormir. Delante de ella se encontraba todo un desayuno preparado y variado que sus empleadas habían traido antes. Fue en ese momento que una llamada entrante interrumpió su conversación con Erica, por lo que se apresuró a excusarse:
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–Te marco después, Érica. Necesito tomar esta llamada. — Después de eso colgó para poner a Maya en la línea–. ¿Hola?
–Señorita Sarabia, soy yo, Maya.
– Maya, hiciste bien anoche.
–Gracias, señorita Sarabia, pero hay algo importante que necesito comentarle. Anastasia estaba con el presidente Palomares anoche.
–Qué? —preguntó Helen, palideciendo.
–Anastasia y yo teníamos que redactar un informe de evaluación anoche, pero el presidente Palomares también estaba ahí. Ambos se fueron juntos poco después.
«Así que Elías era el hombre que acompañó a Anastasia anoche. ¿El podría ser el hombre al que se refería Érica, el que se parece al niño de Anastasia? ¡Maldita sea! iAnastasia debió de actuar frente a él para ganarse su simpatia y que se comportase protector con ella!».
Helen sentía un odio indiscutible contra Anastasia. Creia que ella trataba de quitarle a Elias, puesto que no podía descartar la posibilidad de que Anastasia se hubiese convertido en una mujer avara y hueca en los últimos cinco años; aunque, siendo sinceros, ninguna mujer en su sano juicio podría rechazar a un espécimen tan perfecto como Elias. Helen apretó sus dientes y juró que no permitiría que Anastasia se saliera con la suya utilizando sus trucos sucios.
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«¡No te robarás a mi hombre!».
Por su parte, Anastasia no apartó a su hijo de su vista en todo el fin de semana. Cuando al fin llegó el lunes, lo llevó a su escuela, en donde lo vio entrar con alegría. Hasta ese punto fue que ella se relajo. Al notar la hora, se apuró en dirigirse a la compañía. Bebió un poco de agua cuando entró a la oficina. Eran las 10 de la mañana, así que aprovechó y, armándose de valor, tomó el teléfono para marcar a la extensión del presidente. No esperó mucho antes de que una voz grave contestara del otro lado.
–¿Hola?
–Soy yo, Anastasia. Yo... decidi que quiero conocer a su abuela.
Ella se expresó con algo de resistencia y tropezando un poco con sus palabras. Después de lo de anoche, había decido ser más accesible con Elías. Por algunos segundos, no hubo respuesta del otro lado de la línea. Creyó que su corazón saldría volando de su pecho por la espera, pero al final pudo escuchar su respuesta.
SU
–¿Cuándo estas libre?
– Necesito salir por un rato.
–Pero acabo de escribir este informe y esperaba que pudieras revisarlo.
– iDéjalo en mi escritorio! –comentó mientras se apuraba hacia el elevador.
Maya parpadeó y se apresuró a alcanzarla.
–Te acompaño. De cualquier forma, iba en camino hacia abajo para un té.
Ambas se quedaron paradas cerca de la entrada, aunque separadas. Maya jugaba con su teléfono a propósito mientras se escondia detrás de la puerta de vidrio. Observó que Anastasia se acercó a la calle cuando un carro familiar se aproximó. Miró a los lados para asegurarse de que nadie la estuviese viendo y se apuró a abrir la puerta del pasajero para entrar. Desde su posición detrás de la puerta de vidrio, Maya sintió como su boca se abría por completo.
«¿Anastasia saldrá en una cita con Elías durante el horario laboral?».
Sin perder el tiempo, tomó una fotografía y la envió a Helen. Por su parte, ella se encontraba caminando por el centro comercial, puesto que encontraba consuelo en comprar porque sí. Escuchó que su teléfono recibió un nuevo mensaje y lo saco para leerlo. Vio que era por parte de Maya y decía:
Señorita Sarabia, esta foto es de Anastasia entrando al carro del presidente Palomares. Parece que saldrán juntos en una cita».
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