Capítulo 312
Ella todavía estaba con Franco cuando se hicieron las 4:00 de la tarde y ya no podia llegar a tiempo a su empresa para tomar su auto antes de ir a recoger a Alejandro. Ante ese problema, su padre pidió a Mario que la llevara en auto a la escuela del pequeño y asi todos ellos podrían cenar juntos esa noche. A ella ya no le quedaba tiempo y su auto seguia estacionado en su trabajo, por lo que vio que seria mejor aceptar la ayuda de Mario.
Mientras tanto, en el Estudio de Joyería Burgués, el hombre que había estado de mal humor durante todo el dia tomó la decisión de que también iría a la escuela de Alejandro para ver si de casualidad se topaba con Anastasia y también para poder visitar esa nueva escuela. El estudio estaba más cerca de la escuela, por lo que llegaron antes de tiempo. Ray encontró un lugar perfecto para estacionarse y Elias leia sus documentos del trabajo dentro del auto mientras que esperaba a que Anastasia fuera a recoger a su hijo. Cerca de las 4:30 de la tarde, Ray estaba observando a la multitud que había llegado para recoger a sus niños hasta que, por fin, vio a la mujer con un hombre a un lado de ella.
-Presidente Palomares, la señorita Torres está aqui. -Aviso al hombre que estaba en el asiento de atrás. Al escuchar eso, Elias dejó sus papeles y miró por la ventana a la mujer que estaba en la multitud, pero se enfureció tan pronto como la vio.
-¿Por qué trajo a Mario con ella?
Los niños corrian por doquier en la entrada de la escuela como si fueran pequeñas bestias que acababan de ser liberadas de sus jaulas. Uno de los niños pequeños corría hacia Anastasia y por poco chocaba con ella, pero cuando ella intentó evadirlo, terminó cayendo en dirección de Mario. A modo de instinto, él acercó su mano y la sostuvo de la cadera a la vez que ella accidentalmente le pisaba sus zapatos de cuero. Se apresuró a levantar la cabeza y le preguntó con un tono preocupado con su mano sobre el brazo de Mario:
-Lo siento, ¿te lastime?
– No. -Sacudió su cabeza con una sonrisa, pero, aun así, Anastasia sintió que debía disculparse.
-En verdad lo siento por eso.
Ya sea si se trataba en términos de lo atractivo, de la figura o de la riqueza, ese hombre que estaba a un lado de Anastasia no se podia comparar para nada con Elias. Él los vio como se iban de la escuela con una mirada gelida y con dientes que rechinaban; sus puños estaban apretados con fuerza y no hubo ni un segundo en el que los relajó, como si estuviera listo para pelear con alguien en cualquier momento. Por supuesto que había considerado bajarse del auto para ir a ahuyentar a Mario para así convertirse en el único guardián de Anastasia y Alejandro; sin embargo, su dignidad lo restringia en hacerlo.
¿Necesito competir con Mario? Es tan necesario que me rebaje tanto para pelear con un hombre que ni siquiera se puede comparar conmigo?. No sería más que un chiste incluso si es que lograra ganársela porque ella no valoraba sus sentimientos para nada. «¿Acaso no soy digno de su amor? ¿No soy digno de ser valorado por ella? ¿O será que he puesto demasiado empeño que ella considera que yo ya estoy garantizado?».
– Conduce a casa – le ordenó a Ray.
– Todavía no es muy tarde para alcanzarlos, presidente Palomares. -Ray vio desde el espejo retrovisor que Anastasia apenas se había subido al auto y estaba seguro de que él podría bloquearla tan pronto como pisara el acelerador.
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