Capítulo 990
El corazón de Elliot se ahogó y luego dijo bruscamente: “¡Avery! ¡Quédate donde estás ahora! ¡Dejaré que los guardaespaldas te recojan a ti y al niño!”
Si no fuera por su recordatorio, nunca pensó que Chelsea podría escapar a Avonsville.
Cuanto más peligroso es el lugar, más seguro es.
Además, lo que Chelsea está pensando ahora puede no ser esconderse, ¡sino retirarse un poco antes de morir!
Aunque todavía no sabe qué pasó en la escuela de Layla, la maestra les pidió a los padres que llevaran a la niña a casa, ¡algo muy grave debió pasar!
El corazón de Avery latía en estado de shock por su recordatorio.
En el tráfico, la luz roja se apaga y la luz verde se enciende. Tenía prisa por recoger a Layla de la escuela, así que no podía escucharlo.
Avery tomó una decisión: “Debería estar bien. Si Chelsea realmente me molestara, no necesariamente sería capaz de lastimarme. Iré a la escuela de Layla pronto, iré y traeré a Layla de regreso primero. “
Elliot también estaba preocupado por su hija, por lo que entendía su ansiedad.
“Entonces prestas atención a la seguridad”.
“Bien.”
Después de colgar el teléfono, Avery pisó el acelerador y siguió conduciendo hacia la Escuela Primaria Central.
En la Escuela Primaria Central, varios coches de policía y una ambulancia estaban estacionados fuera del patio.
¡Avery detuvo el automóvil al costado de la carretera, salió del automóvil a toda prisa y corrió hacia la puerta de la escuela!
“Escuché que un niño murió… un primer grado… una niña…”
Avery salió de la escuela con su hija de ojos rojos en brazos.
Layla suele verla y tiene un sinfín de palabras que decir, pero ahora no ha dicho nada hasta que se sienta en la sillita.
Ni siquiera gritar ‘mamá’.
Avery se sentó junto a su hija y preguntó en voz baja: “Layla, dile a mamá, ¿te sientes mal?”.
Layla se congeló por un momento, luego negó con la cabeza.
“Mamá sabe que estabas asustado, y mi madre también. Cuando la escuela y el hospital investiguen con claridad, nos dirán por qué nos dejó”. Avery sostuvo la manita fría de su hija y la convenció pacientemente.
Los ojos de Layla se llenaron de lágrimas, y cuando abrió la boca, las lágrimas rodaron por sus mejillas: “Celia murió por comer cerezas. Se comió mis cerezas… ¡Deben ser cerezas venenosas!
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